Milei compra tiempo
La señal de Cumelén sobre la candidatura de Macri produjo un efecto lisérgico en los “spin doctors” –así llaman en algunos países a los voceros tendenciosos– del Gobierno. Personaliza la negociación con Milei sin intermediarios. Da a entender que él no dijo nada, que fue el primo, cumpliendo con el objetivo de negociar enloqueciendo al otro, muy LSD.
No es poco, porque todos los partidos están divididos y nadie sabe con quién hablar. La colectividad política es un racimo de dirigentes sin poder ni autonomía. Nadie puede decidir en nombre de todos y les nacen los disidentes como hongos. Quien negocia tiene que pedir permiso y si cierra algo, tiene que pedir el aval en algún vértice superior, o en algún familiar de los Milei y de los Macri. Muy de carpa de políticos nómades.
Olivos no esperaba el adelantamiento de las elecciones locales. Menos aún que el PRO reaccionase con instinto de supervivencia para frenar el intento de invasión de los bárbaros sobre la ciudad luz. Para Olivos es una rebelión de la granja porque marca una disidencia del PRO, partido que le permite gobernar con programa, funcionarios y apoyo legislativo en las dos cámaras.
Desbarata la línea estratégica del Gobierno, que es alargar el proceso electoral 2025 lo más posible. También pone una piedra en el camino del mileísmo, dedicado a asediar hasta la rendición al PRO en CABA. Sabe que si los Macri pierden las elecciones locales se quedan sin futuro en el principal distrito que gobiernan. La movida de los Macri de adelantar las elecciones le roba al programa de Olivos un capital que creen imprescindible para que la economía dé sus frutos: el tiempo.
Malditas PASO
En síntesis, los Macri le ponen cámara rápida al proceso electoral y Olivos quiere cámara lenta. Para ese plan de lentificación electoral (diría el maestro René Lavand que exaltaba su capacidad para el “no se puede hacer más lento” en sus mancias con naipes) es que el Gobierno necesita eliminar las primarias PASO: este proyecto justifica el llamado a sesiones extraordinarias en el Congreso. Todo lo demás es decorativo.
Las PASO crean una brecha de tiempo siniestra para quien gobierna, entre las primarias y la renovación de los cargos, sean ejecutivos o legislativos. Perder las primarias es adelantar por lo menos cuatro meses la capitulación. Por eso la Constitución reformada en 1994 estableció que las elecciones se efectuarán dentro de los dos meses anteriores a la conclusión del mandato del presidente en ejercicio (Art. 95°).
Se achicó ese tiempo para evitar la incertidumbre que creó el triunfo de Carlos Menem en mayo de1989, cuyo mandato recién debía asumir en diciembre de aquel año. Debió adelantarse la entrega a julio, con un deterioro gravísimo de la transición.
Las PASO dilataron ese lapso. En agosto de 2019 la derrota de Macri derrumbó por adelantado su gestión, hasta la transición de diciembre a Alberto Fernández. Para un gobierno como el de Milei, que ha abierto el abanico de reformas de trámite lento, sería letal un revés electoral en agosto. Eliminar las PASO es permitir que maduren esas reformas como para que influyan en las elecciones. Es la verdadera razón de las extraordinarias.
El PJ pone los votos en CABA
El interés de eliminar las PASO de Jorge Macri le facilita el voto del PRO en el Congreso porque dejó al partido sin argumentos para oponerse. Es indefendible que quieran objetar la eliminación en el orden nacional cuando la están pidiendo en CABA. Hasta ahora Jorge M. tiene asegurados 29 de los 31 votos del interbloque oficialista –falta convencer a dos legislador@s de Graciela Ocaña, que sueña también con una candidatura a senadora nacional–.
Necesita los votos del peronismo de la CABA, que también cree podrá beneficiarse del adelantamiento de las elecciones. Más aún, en estas horas condiciona el voto para eliminar las PASO a que las elecciones locales sean un mes antes, en junio próximo. Sin PASO, la integración de las listas de candidatos queda en manos del Congreso Metropolitano del partido, que ejerce Juan Manuel Olmos.
Este dirigente arbitra entre las diversas tribus, pero no es un peón del cristinismo. Fue vicejefe de gabinete de Alberto Fernández y aprendió a convivir con el peronismo de la provincia de Buenos Aires. Gana casillas como la presidencia de la Auditoría General de la Nación y busca desplazar al cristinismo de la legislatura porteña.
Si le dan el adelantamiento de fechas a junio, pone los votos que administra junto a Víctor Santa María para que no haya PASO, y festejará tener el poder de negociar sin urnas las listas de candidatos. Para Jorge M., un juego win-win (i.e. “todos sacan” como en la perinola).
Lo barato sale caro
La situación en el espacio del no peronismo pone a prueba la capacidad estratégica del Gobierno, porque les plantea -a ellos y sus aliados amigables- una disputa interna de vida o muerte para sus protagonistas. El esquema es previsible: el oficialismo quiere pagar barato el apoyo que sus aliados quieren cobrarle caro.
El mileísmo pone sobre la mesa dos activos, la gestión y los recursos que da el ejercicio del Gobierno; y los aliados aportan lo que Olivos no tiene, territorialidad y candidatos mostrables a la cabeza de la Boleta Única en los 24 distritos del país. Los Macri y los Milei se entregan a un flirteo propio de puercoespines. ¿Cómo hacen el amor estas bestias? Con mucho cuidado.
Pelean por posiciones personales pero su límite es que están donde están por el voto de un electorado que comparten. Lo peor que pueden hacer es confrontar. Es lo que indica la última certificación sobre el origen de esos votos.
En la segunda vuelta de 2023, Milei se llevó al 80% de los votantes de Cambiemos, que había salido tercero en la primera vuelta, y al 63% de los votos de la cuarta fuerza, Hacemos por Nuestro País de Schiaretti (estudio de Pedro Antenucci, Manuel Terrádez & Gonzalo de Janín, “¿Cómo votamos los argentinos?”, POSTData 29, Nº1,2024). Cualquier jugueteo con esa realidad será peligroso para las dos fuerzas, La Libertad Avanza y el PRO. Nadie se lleva nada en una división.
El mileísmo y el PRO (pero también parte de la UCR y de otras fuerzas menores pero amigables) cabalgan el mismo electorado en los demás distritos. El escenario pone en debate la conveniencia de ir juntos o separados, con fechas unificadas o desacopladas. Ese debate va a ocupar todo el verano.
Con la candidatura de Mauricio Macri el PRO echa el resto y más si tienen dos elecciones ya decididas. La especulación es que puede ser un buen número para senador nacional, aunque en Olivos creen que si le ponen en frente a Patricia Bullrich pueden competir en serio. El que gana vive, el que pierde muere, como en la serie Los Juegos del Hambre, aunque sea senador por la minoría.
Esos nombres resolverían todo si las elecciones fueran en la misma fecha, pero además tienen que proveer candidatos a legislador y, eventualmente, a convencionales para una reforma de la constitución porteña. De eso pudieron hablar el viernes Mauricio y Jorge. El consenso al que llegaron se conocerá a mediados de esta semana.
Jorge M. postergó hasta el miércoles el anuncio de un paquete de medidas de ajuste fiscal que ya forman parte de su campaña electoral. Es producto del trabajo del nuevo jefe de Gabinete porteño Gabriel Sánchez Zinny, que ya auxilió a María Eugenia Vidal como ministro educativo en Buenos Aires. Ahora tiene revancha de aquel proceso que terminó con la derrota de 2019 a manos de Axel Kicillof.
Volver a UNEN 2013
En este abanico de especulaciones figura también cómo se resolverá la estrategia del PRO para intentar dos victorias en 2025 (CABA y Nación) y con qué aliados. Hasta ahora Jorge ha mantenido la alianza con la UCR, la Coalición y otras formaciones menores.
Si quiere blindar el triunfo local en julio puede serle conveniente mantener una coalición parecida a la que fue Juntos por el Cambio, o aquella liga eficaz pero efímera que fue UNEN en 2013 (Fernando Solanas, Rodolfo Terragno, Ernesto Sanz, Elisa Carrió, Hermes Binner, Margarita Stolbizer, otro planeta).
Estos sectores comparten el mismo electorado, y el mandato de la unidad es vital para la subsistencia ante el proyecto mileísta y el del peronismo, que buscan desplazar al PRO del distrito.
Axel, no soy Alberto (ni lo quiero ser)
Ese esquema de representación se repite en la provincia de Buenos Aires, en donde se mueven otras figuras. Diego Santilli aparece con mayor chance de ser cabeza de lista del PRO para diputado nacional, pero milita la idea de que La Libertad Avanza y el PRO, por lo menos, deben ir juntos a las elecciones.
Levanta la bandera del antikirchnerismo como Milei o Macri en sus mensajes de la semana pasada. “Tenemos que ir juntos y ganarle al kirchnerismo en su madriguera, que es la provincia de Buenos Aires”, me dice. Niega la posibilidad de que sea candidato en CABA, distrito en donde su fuerza está más cerca de asegurar un triunfo. Ha sido legislador por CABA y PBA, y es de los que entienden que, por compartir electorados, LLA y el PRO van a terminar jugando juntos.
Compartir el electorado es también la razón por la que en PBA es fatal que confluyan el cristinismo del Instituto Patria con Axel Kicillof. Son lo mismo y sólo los separa el asiento que van a tener en el mismo vehículo. Kicillof se resiste a ser el Alberto Fernández de 2019, una marioneta de Cristina y busca ser candidato presidencial en 2027 sin patronazgos.
Agendas enfrentadas
El PRO va a acentuar la agenda institucional republicana, en la que figura el rechazo a la candidatura de Lijo por decreto o sin decreto, el frenesí de DNU, como el de la autorización que se dio Milei a sí mismo para viajar, cuando es una atribución que requiere una ley del Congreso; el que prorroga el impuesto a los pasajes; o el avance de la Nación sobre los municipios para que no cobren tasas.
Un detalle: una cámara de Mar del Plata le dio la razón al intendente Guillermo Montenegro, miembro de la mesa más chica de Macri, y repuso el pago de una tasa vial que se cobraba en Mar del Plata. El accionante contra esa tasa es un diputado provincial de La Libertad Avanza del stud de José Luis Espert.
El oficialismo profesa el prejuicio de que la economía sirve para ganar elecciones y confía en que la gestión Milei fructificará en votos. Un preconcepto que no es exclusivo de la Argentina; tiene adeptos en todo el mundo, pero es oportuno revisarlo a la luz de cada ciclo.
Si fuera una verdad escrita en piedra, el peronismo no hubiera sacado 44% de los votos en 2023 con el peor candidato posible, responsable de una disparada escandalosa de la inflación. Sergio Massa era la frutilla de un gabinete que gestionó la economía de forma desastrosa (lo dijo Cristina, que no nos dejará mentir) y que controlaba su vice, Agustín Rossi, pero logró representar en votos a casi la mitad del electorado argentino.