En los primeros días de 2025, el cielo nocturno regaló a los observadores un espectáculo único: el cometa ATLAS (C/2024 G3), visible a simple vista gracias a su excepcional brillo. Este visitante cósmico, que completa su órbita alrededor del sol cada 160.000 años, alcanzó su máximo esplendor tras pasar, el 13 de enero, a solo 13,4 millones de kilómetros del sol. Su proximidad lo convirtió en el cometa más brillante del año, con una magnitud de -3,4, casi igualando el brillo de Venus, el planeta más luminoso en el firmamento.
Sin embargo, lo que parecía ser una celebración astronómica está tomando un giro inesperado. Según astrónomos, el núcleo del cometa ATLAS podría estar en proceso de desintegración, un fenómeno que podría reducir esta maravilla celeste a una nube de gas y fragmentos dispersos. Fotografías recientes han revelado que su núcleo ya no es la parte más brillante, lo que ha llevado a los expertos a describirlo como una posible “maravilla sin cabeza”.
El caso de ATLAS remite a otros cometas que, tras sobrevivir a encuentros cercanos con el sol, sucumbieron a las tensiones térmicas y gravitatorias días después. Este drama celeste no solo fascina a los entusiastas de la astronomía, sino que también aporta información valiosa sobre la estructura y composición de estos antiguos restos del sistema solar.
El cometa ATLAS, descubierto el 5 de abril de 2024 por el sistema ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System), sorprendió por su tamaño y luminosidad. Durante su perihelio, alcanzó una distancia al sol tres veces menor que la de Mercurio, sometiéndose a temperaturas extremas y a fuerzas gravitatorias capaces de destruir incluso a los cuerpos más robustos.
Cuando un cometa se aproxima al sol, el calor extremo causa que el hielo en su núcleo se sublime, es decir, pase directamente de estado sólido a gas. Este proceso no solo genera la característica cola luminosa de gas y polvo, sino que también puede comprometer la integridad estructural del núcleo. “El núcleo experimenta temperaturas extremas y tensiones internas que provocan grietas y fragmentaciones,” explicó Shyam Balaji, investigador de física astroparticular del King’s College de Londres, a Newsweek.
A pesar de estas condiciones adversas, ATLAS logró resistir su perihelio, sorprendiendo a los astrónomos que esperaban su desintegración inmediata. Sin embargo, la reciente observación del astrónomo húngaro Lionel Majzik reveló la aparición de un “chorro” de gas en un lado del cometa, lo que indica que su núcleo podría estar desmoronándose gradualmente.
ATLAS es un cometa de período largo, es decir, uno cuya órbita se extiende miles de años antes de regresar al sistema solar interno. Este tipo de cometas ofrece una ventana al pasado, ya que su composición permanece en gran parte intacta desde la formación del sistema solar hace 4.600 millones de años.
El brillo de ATLAS, tan intenso que permitió su observación sin telescopios, convirtió a este cometa en un fenómeno destacado del año. Sin embargo, no es el único que ha enfrentado un destino incierto tras un paso cercano al sol. Un caso similar ocurrió con el cometa Lovejoy (C/2011 W3), que en 2011 sobrevivió a un paso extremo a solo 140.000 kilómetros de la superficie solar, pero se desintegró pocos días después.
El concepto de un cometa sin núcleo definido, o “maravilla sin cabeza”, se refiere al momento en que el núcleo pierde su estructura sólida y la parte más brillante se traslada a una nube de gas y polvo. Spaceweather.com informó que ATLAS podría estar en esta fase crítica, transformándose en una nebulosa visible, pero sin la forma característica de un cometa.
Este fenómeno es un recordatorio de lo frágiles que son estos objetos celestes frente al poder del sol. Los cometas no solo aportan espectáculos visuales únicos, sino que también ofrecen pistas sobre los procesos físicos, como la sublimación y la fragmentación, que afectan a estos cuerpos helados en condiciones extremas.
Aunque su desintegración parece inminente, ATLAS seguirá siendo objeto de estudio para los astrónomos. “Cada cometa es una cápsula del tiempo”, señaló Balaji, destacando que los materiales que lo componen ofrecen información crucial sobre el origen y la evolución del sistema solar.
El estudio de cometas como ATLAS no solo amplía nuestro conocimiento del cosmos, sino que también inspira la curiosidad por los fenómenos que ocurren más allá de nuestro planeta. Con telescopios terrestres y espaciales atentos a su destino final, el cometa ATLAS continuará siendo una fuente de fascinación tanto para los científicos como para el público en general.